A pueblos de Las Merindades y La Bureba se les recomienda medir y controlar la exposición al gas radón en sus centros de trabajo
Un 23 % de los municipios castellanoleoneses están clasificados como zonas de riesgo elevado

El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha aprobado el mapa oficial de exposición al gas radón en España, en el que se detalla qué municipios deberán medir y controlar este gas en los centros de trabajo. En Castilla y León, 521 localidades han sido incluidas en la llamada Zona II, de actuación prioritaria, lo que supone un 23 % del total de municipios de la comunidad.
Aunque la obligación legal afecta únicamente a las Zonas II, el radón está presente en gran parte del territorio castellanoleonés. De hecho, el 64 % del suelo regional (incluyendo otros 919 municipios catalogados como Zona I) está afectado por este gas, por lo que se recomienda igualmente su medición.
El radón es un gas radiactivo natural, invisible e inodoro, que se produce por la descomposición del uranio en el subsuelo. Su peligro radica en su capacidad para filtrarse en edificios y acumularse en espacios cerrados. Según la Organización Mundial de la Salud, es la segunda causa de cáncer de pulmón después del tabaco, y la primera entre personas no fumadoras. En España se le atribuyen más de 1.500 muertes al año.
¿Qué implica la nueva normativa?
La aprobación del mapa oficial del radón marca un antes y un después en la gestión de este riesgo ambiental. Hasta ahora, la normativa establecía la necesidad de medir el radón en zonas de riesgo, pero no se había definido con precisión qué municipios debían cumplir con esta obligación. Con este nuevo listado, el CSN pone nombre y apellidos a los territorios afectados, lo que facilitará su aplicación en los entornos laborales.
La Instrucción IS-47 del CSN detalla que las mediciones deberán realizarse durante al menos tres meses, preferiblemente entre octubre y mayo, o durante todo el año si el centro de trabajo no cierra por vacaciones.
La normativa afecta a todo tipo de espacios laborales ubicados en planta baja o sótano dentro de municipios de Zona II, como oficinas, comercios, laboratorios, gimnasios, spas, parkings subterráneos o incluso minas y cuevas visitables. Aunque la concentración del radón tiende a reducirse con la altura, también puede detectarse en plantas superiores debido a materiales de construcción, sistemas de ventilación o el llamado “efecto chimenea”.
Una respuesta integral desde la construcción
Desde el sector de la construcción, se destaca la importancia de abordar el riesgo del radón desde el diseño de los edificios y las rehabilitaciones. “No se trata de aplicar soluciones puntuales, sino de planificar con un enfoque integral que proteja la salud en los espacios de trabajo”, señala David Rodríguez, Product Manager en Construction Solutions de Molins.
En este sentido, el Código Técnico de la Edificación establece para las zonas de mayor riesgo una doble estrategia: barreras físicas contra el radón, junto con medidas complementarias como espacios ventilados o sistemas de despresurización del terreno. “La mejor forma de evitar el radón es impedir que entre en los edificios donde trabajamos o vivimos”, añade Rodríguez.










